El paso procesional del Niño Perdido, al presente, está compuesto por una tarima muy sencilla, en cuyo centro se sitúa un plinto en forma de escocia con decimonónicas aplicaciones de plata sobre el que se alza un triunfo o ‘coronación’ de madera tallada realizado en el siglo XVII y atribuible al escultor local Antonio de Ribera. Éste cuenta con cuatro angelotes atlantes que sujetan un gran orbe de plata que sirve de escabel a la imagen del ‘Dulce Nombre de Jesús Niño’; de la esfera parten dos brazos mixtilíneos sobre los que descansan sendos ángeles que portan, a su vez, una corona de considerable tamaño que remata el conjunto sobre la imagen titular a modo de templete.
El triunfo actualmente carece de su dorado original, presentando la madera vista, si bien dispone de una serie de aplicaciones de plata con las arma christi, en su mayoría renovaciones de finales del siglo XVIII y obra, posiblemente, del platero Félix de Gálvez. También formaba parte del conjunto, al que arriostraba, una interesante ráfaga dieciochesca de plata, que fue enajenada a mediados del siglo XX para sufragar las obras de reparación del templo.
En las esquinas de la tarima, sobre unos pedestales de madera tallada en forma de cogollos de acanto, se sitúan cuatro glandes candelabros decimonónicos de metal plateado y estilo neogótico, con nueve tulipas cada uno de ellos. En los flancos del triunfo cuatro ánforas de finales del s. XX, y al frente un centro de mesa donado por el que fuera Mayordomo y Hermano Mayor Honorario de la Archicofradía el político de la Restauración Francisco Romero Robledo.
La imagen del Niño Jesús Perdido simboliza a Jesús en su infancia, a la edad de doce años, en el momento de su extravío y hallazgo en el Templo de Jerusalén, predicando ante los doctores. A dicho momento atribuye la tradición católica la premonición de Jesucristo sobre su pasión y muerte; es por ello que porta alegóricamente los atributos de la Pasión, particularmente una cruz de plata en su mano derecha, de la cual alterna dos ejemplares: una del siglo XVII y otra del XIX, obra del platero antequerano Francisco Durán.
A continuación, adjuntamos un recorrido fotográfico que muestra diferentes detalles del paso del Niño Perdido.