A lo largo de las próximas publicaciones iremos recordando mediante fotografías inéditas los diferentes capítulos del programa de rehabilitación de nuestra Basílica emprendido por la Archicofradía (1999-2004) y que concluyó hace ahora veinte años.
Pero antes hagamos un poco de historia sobre los precedentes de la obra:
No obstante los ingentes recursos empleados por nuestra cofradía primero en la reconstrucción y, posteriormente, en la conservación del templo, desde que éste le fuera cedido en 1855 por la reina Isabel II, el deterioro de la cubierta devino casi ruinoso en el siglo XX, obligando a ésta a realizar constantes desembolsos que nunca llegaron a suponer una solución definitiva. Incluso en los años 60 y 70 se decidió recurrir a la venta de parte del patrimonio procesional, como la aureola de plata del Niño Perdido, la crestería de plata del paso del Dulce Nombre de Jesús Nazareno o algunos ángeles de la Virgen de la Paz, para reparar el hundimiento del tajado en varios puntos. Sin embargo, ninguna intervención parecía suficiente para remediar definitivamente la progresiva ruina del edificio, así que en los años 80 se decidió acudir a la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía para que emprendiera una ambiciosa obra de renovación integral de la cubierta. Comenzadas las obras a mediados de 1988, sin embargo el infortunio quiso que, a causa de desencuentros técnicos entre el arquitecto de la Junta y la empresa contratista, éstas se paralizaran a finales del mismo año, cuando ya se habían retirado las tejas de la techumbre. Justamente en la primera quincena de enero de 1989 sobrevino un torrencial temporal de lluvias que dañó gravemente el maltrecho templo, que se encontraba totalmente desprotegido. Si ya el estado del inmueble resultaba deplorable, el agua que se filtró libremente al interior terminó por destrozar artesonados, decoración parietal, retablos, yeserías, solería, etc; en fin, todo lo que no se pudo poner a salvo de las inclemencias meteorológicas por parte de los miembros de la cofradía. Se inició entonces un pleito entre la Junta y la empresa constructora que habría de durar años. Mientras tanto, ese mismo año 1989 y mediante una obra de emergencia, aquella colocó una cubierta metálica provisional, que habría de permanecer hasta 1994, cuando la administración autonómica acometió finalmente la obra de colocación de un nuevo tejado. Se llegó a redactar igualmente por la Consejería de Cultura un proyecto de restauración integral del edificio, pero, pasados unos años sin que el mismo se viera materializado, y encontrándose el interior del templo en un estado de deterioro tal que resultaba imposible abrirlo al culto con un mínimo de decoro y dignidad, fue de nuevo nuestra Archicofradía la que decidió ponerse, como venía haciendo desde 1855, al frente de las labores de rehabilitación, emprendiendo una serie de actuaciones que iremos detallando e ilustrando gráficamente en próximas publicaciones.