NOVENA AL DULCÍSIMO NOMBRE DE JESÚS
Se puede realizar retirándonos a un lugar reservado, con una estampa, fotografía o imagen del Dulce Nombre de Jesús Nazareno o, si no fuese posible, delante de un crucifijo.
DÍA OCTAVO
Señal de la Cruz
PARA TODOS LOS DÍAS
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos, Señor, Dios Nuestro.
Acto de Contrición
PARA TODOS LOS DÍAS
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero; yo me arrepiento, de todo corazón, de todos y cada uno de los pecados con los que te he ofendido, porque conozco que eres digno de ser amado sobre todas las cosas, y por lo mismo me propongo seriamente enmendar mi vida y apartarme de todas las ocasiones de pecar. No permitas, Señor, que en adelante yo provoque tu ira con nuevas ofensas; concédeme unas lágrimas verdaderas y eficaces para lavar con ellas mis culpas; y si hasta aquí has usado de tu bondad con un pecador tan ingrato como yo, aplica ahora tu poder contra mí mismo pecado; destrúyelo, aniquílalo, no tanto porque es mal para mí, cuanto porque es contrario a ti; de esta suerte viviré solo por ti, para ti solo moriré y a ti siempre amaré, así en la tierra como en el cielo. Amén.
Oración
PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh grande Dios, que movido de tu bondad enviaste al mundo a tu mismo Hijo Unigénito para que, vestido de nuestra carne, se manifestase a los hombres nacido en un pesebre, sujeto a la ley de la circuncisión, en la cual derramó su Sangre en crédito y señal de que venía a salvar a su pueblo, granjeándose con empresa tan heroica un Nombre que es sobre todo nombre, a saber: el Dulce Nombre de Jesús, nombre eterno y admirable, concebido en la mente del Padre de las luces, y traído a la tierra para consuelo de los mortales, que gemían esclavos de la culpa de Adán. Nombre grande, en cuyo acatamiento dobla la rodilla el Cielo, la tierra y el infierno; ¡y Nombre grande, cuyo sonido y fama hace que tiemblen las potestades de los abismos, al mismo tiempo que sirve de alegría a los justos y de gloria a los Ángeles! Te suplico, Señor, y te ruego humildemente, que me des a conocer la virtud y eficacia de tu poderoso Nombre de Jesús, para que, amándote y sirviéndote agradecido en esta vida, después te goce por una eternidad. Amén.
Oración Particular
PARA EL DÍA OCTAVO
¡Oh buen Jesús, que, para darnos un testimonio auténtico de la pronta obediencia con que hacías la voluntad de tu Eterno Padre, te humillaste desde el pesebre hasta la Cruz, mereciendo en tu abatimiento ser exaltado gloriosamente con el Nombre excelso y admirable de Jesús, precioso enigma y blasón de tus hazañas, señal patente y verdadera cifra que encierra el misterio de que tú sólo supiste unir dos extremos tan distantes como Dios y el hombre, naciendo de una virgen para que esta Virgen, sin perder la flor de su virginidad, diese a luz el fruto bendito de su vientre, que había de redimirnos, haciéndonos capaces de las delicias del Paraíso de la Gloria, la cual nos hiciste merecer con las obras de tu poder y amor, como fueron el hacerte hombre y sujetarte a la circuncisión como hijo de Abrahán, llamándote al mismo tiempo Jesús, para dar a entender que eras juntamente hijo de Dios! Te suplico, Señor, por la gloria de tu Nombre Santísimo, me des la verdadera humildad que sirve de base y fundamento a todas las virtudes con qué pides te sirvamos en esta vida. Amén.
Más líbranos, Señor, del mal que, en forma de epidemia nos aflige y angustia, para que, invocando tu Santísimo Nombre y por tu inmenso Poder, quedemos libres y salvos de toda enfermedad. Pues, como proclaman las Sagrada Escrituras, no hay otro Nombre bajo el cielo, dado a los hombres, por el que podamos ser salvos.
Seguidamente, puede añadir cada cual aquella gracia, consuelo o alivio que precise, y, para obtenerlo, se rezarán tres Padres Nuestros gloriados.
Oración Final
PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh amabilísimo y dulcísimo Jesús, por cuyo nombre eficacísimo nos concede el Padre celestial todos aquellos bienes espirituales y corporales que necesitamos, mostrándonos su misericordia aun cuando nos afligen las enfermedades, el hambre, la peste, las guerras, las persecuciones, las inquietudes, los trabajos, desasosiegos, pobreza y demás consecuencias del pecado, los cuales se aplacan cuando se le pide con viva fe y esperanza! Te suplico, Señor, inclines hacia mí tu bondad, propicio y afable, y me concedas por la gloria de tu Santísimo Nombre Jesús, en primer lugar, una grande y verdadera contrición de mis pecados y, después, si fuera de tu agrado, la gracia y favor que te pide mi corazón, para honra y gloria tuya, que con el Padre y el Espíritu Santo vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.